Una nueva histeria religiosa al servicio del Orden Mundial
Dominique Guillet
Articulo 1 de une quadralogia denunciando el engaño del calentamiento global antropico.
Traducción de Mayra Marin y de François Aymonier
Muchas expresiones de los artículos
de Dominique no se pueden traducir porque son juegos satíricos de
palabras. Es el caso del titulo : "Les Caniculs-bénis", un juego de
palabras con Santurrones y Canícula. Es también el caso de Global
Warming (calor) y de Global Worming (gusano) o de Vert (verde) y Ver
(gusano)
Global Worming: El gusano está en el Verde fruto
Debo reconocerlo, creí (un poco) en el recalentamiento
climático antrópico diciéndome, sin reflexionar en ello mucho más, lo
que se dicen muchos ecologistas: luchar contre el CO2, de todas maneras,
equivale a cuestionar los fundamentos de la sociedad occidental
mortífera y los perjuicios de la globalización.
Por otra parte, las ONGs institucionales de la contestación
habían hecho de él su caballo de batalla; lo que se dicen muchos
jóvenes militantes, sin pensarlo más. ¡Adelante juventud, al asalto de
la petroquímica! Las primeras dudas metafísicas comenzaron a incomodarme
cuando descubrí, en el Salón de la Agricultura-Automóvil de febrero
2007, el timo de los “bio-carburantes”, que yo llamaba en esa época los
“necrocarburantes” [01] (inspirándome, claro está, en Jean-Pierre Berlan [02],
gran experto en descifrar los fraudes semánticos). Las multinacionales
del azúcar, de la petroquímica y de los constructores de automóviles,
haciéndose los ingenuos, cantaban el himno de los agrocarburantes, que
iban a participar en la lucha contra el recalentamiento climático y
salvar el planeta, (sin competir con la producción de alimentos, lo
juramos) de común acuerdo con un gran número de ecologistas. Algunos
meses más tarde, se anunciaba el Grennelle (1)
del Ambiente en los bajos fondos, malolientes de hipocresía y de
mentira, en el cual, se extraviaron las organizaciones institucionales
de la contestación: WWF, Greenpeace, Amigos de la Tierra y otras ONG
miembros de la Alianza por el Planeta, una alianza más que blanda
¿necesitamos precisarlo? [03].
En esa época, había incluso escrito un pequeño artículo
sobre la reconversión de todas las tierras agrícolas a la agricultura
orgánica con el fin de fijar 3,7 toneladas de CO2, por hectárea y por
año, y anular, así mismo, una gran parte de emisiones CO2 del parque
automóvil. [04]
¿No venía de afirmar la FAO, en su simposio, que se podía alimentar a
todo el planeta con la agricultura orgánica, sin poner en peligro el
ambiente? Soñar no cuesta nada.
Desde ese entonces, me había callado, presionado por
algunos amigos, para que no pusiera en duda el dogma absoluto del
recalentamiento climático antrópico, en salsa CO2, con el fin de no
incomodar la marcha ineludible de los ecologistas al Poder. Se trata de
un nido de víboras, como lo atestigua la lucha encarnizada, y los muchos
golpes bajos, que acompañan al reciente “impuesto al carbono” que
sacudirá los fundamentos del paradigma Occidental tanto como un pedo de
metano de bovino, ¡con perfume de soya quimérica! ¡En este ambiente
histérico y dogmático, casi-religioso, ya no se sabe en cual mal san(t)o
persignarse! No me extenderé sobre mi última misión en Nepal, en el mes
de mayo pasado, cuando los ríos estaban completamente secos. ¿El
recalentamiento climático antrópico es tan ardiente, en esa parte del
mundo, que el agua de deshielo de los glaciares del Himalaya
(presuntamente en disgregación catastrófica) se evapora incluso antes de
que corra? Los viejos campesinos nepaleses afirman, por su parte, que
nada ha cambiado y que el clima siempre ha cambiado. En pocas palabras,
¡El cambio climático! Los campesinos nepaleses, es cierto, no tienen el
placer de dejarse tentar por algún señuelo (glaciar) con miles de
millones de dólares al final, de subvenciones, para probar una
correlación “científica” entre un incremento de la temperatura y un
aumento (o pretendido aumento) del CO2 desde 1860.
Y además, hace unos días, a pesar del tiempo relativamente
fresco para la temporada, mi sangre se calentó fuertemente cuando recibí
el último libro de James Lovelock “The Vanishing Face of Gaia” (El
rostro desvaneciente de Gaia). James Lovelock, el otrora diseñador
genial de la teoría Gaia, ya se había desviado fuertemente en su obra
del 2006 “La Revancha de Gaia”. En este último título, Lovelock hace
endosar a Gaia su catastrofismo apocalíptico, del cual sólo podremos
protegernos, según él, por medio de la tecnología y de aún más
tecnología. Las soluciones que James Lovelock propone son: la energía
nuclear, las quimeras genéticas, la agricultura agresiva (porque, dice
él, se ha exagerado mucho sobre los perjuicios de la agroquímica), la
comida sintética (¿píldoras?), la hiperconcentración del urbanismo
(¿campos de concentración?), etc., etc. James Lovelock está convencido
de que el GIEC es manipulado (de lo cual nosotros también estamos
persuadidos, ¡pero no en el mismo sentido!) y que la temperatura
planetaria va a elevarse de 5 a 6 °C, de aquí al 2016-2020. Según James,
no le quedará ninguna otra solución a la humanidad que la de ir a
establecerse a los Polos. ¿Y por qué no, agregaría yo, domesticar a los
osos, los pájaros bobos, las focas y los pingüinos, para practicar una
agricultura polar? “sostenible”, ¡obviamente!
Hoy, una vez más, tengo la rabia a flor de piel, y aunque
disguste al « conformismo » ecológico (o que se proclama como tal), me
parece indispensable plantear algunas preguntas impertinentes, debido a
la prioridad candente de esta lucha contra un pretendido recalentamiento
climático antrópico. Todo lleva a creer, en efecto, que una gran parte
de los ecologistas, y de los ciudadanos, es víctima de una enorme estafa
pseudocientífica, mediática y semántica, que oculta, de manera bien
orquestada:
1. La destrucción de la totalidad de la biosfera, y el
envenenamiento de la humanidad, por parte de la mafia de la semilla, de
la petro y agroquímica y de la farmacia; y todo esto desde hace más de
60 años, con la complicidad condescendiente de todos los Estados
Occidentales.
2. La utilización de una panoplia de miedos instilados por
los medios de comunicación masiva al servicio de las Autoridades: el
miedo al terrorismo, el miedo a los anarco-autónomos, el miedo a la
gripe porcina, el miedo al CO2, el miedo a las canículas… para promover
su Nuevo Orden Mundial, el cual no es sino una sopa mal recalentada del
anterior.
3. La imposición de nuevas cargas tributarias a los
pueblos, mientras que la mafia continúa envenenando todo, polucionando
todo, saqueando todo y acumulando los dividendos. Parecería que ya se ha
borrado, de la memoria colectiva, el muy reciente y más grande atraco
financiero del cual jamás haya sido víctima la humanidad: billones de
dólares inyectados para la prosperidad del mundo financiero, los bancos,
las aseguradoras…
A riesgo de repetirme, permítanme enumerar algunos hechos
muy reales, que proceden de la vivencia planetaria cotidiana y no de la
simulación de computadoras virtuales:
- Hoy, hay más de mil millones de seres humanos que no pueden comer lo suficiente.
- Todos los días, hay 35000 seres humanos, principalmente niños, que mueren de hambre: es decir, fallecen.
- Los suelos agrícolas están arruinados, muertos
biológicamente, y según ciertos estudios, a un ritmo de 76 mil millones
de toneladas de suelos erosionados todos los años, ya no habrá ni un
solo gramo de tierra arable en el 2050.
- Hay 2600 millones de humanos que viven sin tratamiento de
aguas residuales y 1300 millones de humanos que no tienen acceso al
agua potable. Todos los años, 2 millones de niños de menos de 5 años
mueren de enfermedades diarreicas, ligadas a la falta de agua potable.
- La biosfera está cancerizada, y una parte de la humanidad
muere envenenada por los alimentos y los productos de la química, de la
farmacia y de la agroquímica.
- 300 personas poseen tanto como los 3 mil millones de
individuos más pobres del planeta: esos 3 mil millones de individuos
viven con un dólar por día y quizás menos.
Estos hechos, que distan mucho de ser exhaustivos, en el
catálogo de calamidades, ponen muy bien en perspectiva los peligros,
reales o ilusorios, ligados a un aumento de la temperatura de 1 ó 2 °C:
es decir, inciertas subidas de las aguas, un desplazamiento de
refugiados “climáticos”, un ascenso de los viñedos franceses hacia el
norte y otros epifenómenos, que el GIEC, y otros afiliados, nos prometen
para mañana, para pasado mañana, para el 2050, o para el 2100…
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